¡Hola a todas y todos!
La primera tarea que vamos a llevar a cabo es una lectura del cuento que tenéis más abajo.
Simplemente leed con atención y, ¡disfrutad!
Una vez hayáis acabado, deberéis acceder al enlace que encontraréis al final de esta entrada. A través de él accederéis a otra página con diversas preguntas relacionadas con el texto. Una vez respondáis todas, sólo tendréis que pulsar Enviar.
CAPERUCITA AZUL (de Ignacio Viar)
Aquella niña de siete años, inserta en el paisaje alpino, era encantadora. La llamaban,
por su indumentaria, Caperucita azul. Su encanto físico quedaba anulado por su perversidad
moral. Las personas cultas del pueblo no podían explicar cómo en un ser infantil podían acumularse
la soberbia, la crueldad y el egoísmo de un modo tan monstruoso. Sus padres luchaban
diariamente para convencer a Caperucita.
-¡No!
Y surgían los gritos y amenazas. Todo lo que surge cuando hay un conflicto educacional.
Caperucita tenía que atravesar todos los días, tras la discusión, un hermoso pinar para llegar a la
casita donde vivía sola su abuelita. Caperucita entraba en casa de su abuela y apenas la saludaba.
Dejaba la cesta con la merienda y marchaba precipitadamente, sin dar ninguna muestra de
cariño.
Había en el bosque un perro grande y manso de San Bernardo. El perro vivía solo y se
alimentaba de la comida que le daban los cazadores. Cuando el perro veía a Caperucita se
acercaba alegre, moviendo el rabo. Caperucita le lanzaba piedras. El perro marchaba con aullido
lastimero. Pero todos los días el perro salía a su encuentro, a pesar de las sevicias.
Un día surgió una macabra idea en la pequeña pero peligrosa mente de la niña. ¿Por qué
aquel martirio diario de las discusiones y del caminar hasta la casa de su abuela? Ella llevaba en
la cesta un queso, un pastel y un poco de miel. ¿Un veneno en el queso? No se lo venderían en la
farmacia. Además, no tenía dinero. ¿Un disparo? No. La escopeta de su padre pesaba mucho. No
podría manejarla.
De repente brilló en su imaginación el reflejo del cuchillo afilado que en su mesita tenía la
abuelita. La decisión estaba tomada. El canto de los pájaros y el perfume de las flores no podían
suavizar su odio. Cerca de la casa surgió de nuevo el enorme perro. Caperucita le gritó, lanzándole una
piedra.
Llamó a la puerta.
-Pasa, Caperucita.
Su abuela descansaba en el lecho. Unos minutos después se oyeron unos gritos. Cuando el
cuchillo iba a convertirse en instrumento mortal, Caperucita cayó derribada al suelo. El pacífico San
Bernardo había saltado sobre ella. Caperucita quedaba inmovilizada por el peso del perro. Por el peso y
el temor: por primera vez, un gruñido severo, amenazador, surgía de la garganta del perro. La abuelita,
tras tomar una copita de licor, reaccionó del espanto. Llamó por teléfono al pueblo. Caperucita fue
examinada por un psiquiatra competente de la ciudad. Después, la internaron en un centro de
reeducación infantil. La abuelita, llevándose a su perro salvador, abandonó la casa del bosque y se fue
a vivir con sus hijos.
Veinte años más tarde, Caperucita, enfermera diplomada, marchaba a una misión de África.
-¿A qué atribuye usted su maldad infantil? -le preguntó un periodista.
-A la televisión -contestó ella subiendo al avión.
En África, Caperucita murió asesinada por un negro que jamás vio un televisor, pero había
visto otras cosas.
que turbio fue el cuento
ResponderEliminarUn poco
EliminarMe parece un final emocionante y cuestionador sobre la maldad de los seres humanos.
ResponderEliminarEl tema del texto es
ResponderEliminarUna niña con problema mental que gracias a que se la llevo en un centro de rehabilitación se realizo profesionalmente
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